Por: Valentina Pérez
Tw: @vpbotero3_0
El uso constante y cotidiano del concreto como pegante entre ladrillos; materia prima de paredes y pisos; carreteras y camellones; lo hace el material representativo de la urbanización. Parece natural, entonces, que el 80% del cemento que se produce se utilice por países en desarrollo, pero el problema ambiental del concreto es que por su proceso productivo es responsable del 5 por ciento del total de las emisiones de CO2 en el mundo.
El impacto ambiental de este material, indispensable para la construcción, es que tiene inconvenientes colaterales como que evita la infiltración del agua de regreso a la tierra, favorece el aumento de la temperatura en las ciudades por su absorción de calor y su reciclaje es muy complicado.
En un intento por reconciliar cada vez más las ciudades con la naturaleza y mitigar la contaminación, iniciativas de azoteas verdes y ahora cemento ecológico, se han posicionado como alternativas viables para reducir la contaminación al tiempo de que mejoran la calidad de vida.
En Tailandia por ejemplo, se han realizado prototipos de cemento que eliminan el uso de cal para la elaboración del cemento –convertir la piedra caliza en cal es un proceso altamente contaminante- y en México se han desarrollado, como en otras partes del mundo, cemento permeable que sí permite la infiltración de agua.
También la construcción de viviendas con ladrillos hechos de material reciclable o inclusive que utilizan desechos –botellas de plástico- como ladrillos en la elaboración de casas.
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